El mensaje de concordia de Rocky Balboa
Los años 80 fueron la época dorada de las llamadas películas de acción, después de los justicieros de los años como 70 como Harry el Sucio o Paul Kersey, seguiría en los 90 y por una cuestión de falta de relevo generacional languideció en el nuevo siglo.
En los años 70 nace el personaje y la saga de Rocky. Personaje creado e interpretado por Sylvester Stallone. Longevo personaje que llega hasta 2018 con el spin-off de Creed. Carismático donde las haya y que en los 80 le daba para hacer doblete con Rambo. Personaje parodiado hasta la saciedad por la chusca imitación de Florentino Fernández y la frase apócrifa de "Dios mio, no siento las piernas".
El caso es que da la campanada en 1976 y la película de Rocky es un éxito comercial. Y no sólo eso, gana el Oscar a mejor película frente a títulos como "Taxi driver", hoy considerada película de culto y que no ganó ninguno. Más el Oscar a mejor director y mejor montaje. Cabe destacar otro personaje turbio y taciturno como Mickey Goldmill. Por lo general el cine y el dramatismo y verdad del boxeo son una buena combinación. Lamentablemente para Sylvester, no tiene los derechos de la franquicia Rocky
El éxito hizo que pronto hubiera una continuación creando la saga. Rocky II en 1979 y Rocky III en 1982. Donde el no menos carismático MrT hace de villano y antagonista. También le vimos boxear en un capítulo de El Equipo A, pero esa es otra historia.
Así saltamos otros tres años hasta 1985 en plena época de Ronald Reagan y el inicio de la Perestroika en la URSS con Gorbachov. Stallone desbarra y escribe, dirige y protagoniza esta cinta. La película raya en el maniqueísmo y el infantilismo con el que presenta el conflicto de la Guerra Fría. Pero no hay que subestimar la falta de capacidad crítica. Recuerdo un viaje con el equipo de baloncesto donde a alguien se le ocurrió que esta sería una buena forma de pasar el rato. Y ver a chicos, ya con pelos en los cojones, jalear a Rocky. Evidenciando el por qué son necesarias las Humanidades para comprender lo que es la vida. O quizá me falla la memoria y era una película de Rambo y en vez de puñetazos iba con ametralladoras, pero impartía justicia de igual manera. Por sus cojones morenos y porque él lo vale. Ya está él para solucionar las cosas.
Aunque el verdadero personaje icónico de la película es el frío Ivan Drago. Impasible, impávido, burda representación de la presunta falta de humanidad en la URSS, con aspecto de ciborg. No se andaba con chiquitas y Dolph Lundgren se tomó tan en serio su papel, que mandó al bueno de Sylvester al hospital de un mandoble y casi hace renunciar a Carl Weathers. Pacta una pelea de exhibición con Apollo Creed, otro que desborda carisma, convertido en inseparable amigo de Balboa. A pesar de su edad quiere volver a sentir lo que es subir a un ring.
No podía ser otro sitio que en Las Vegas donde se realiza este combate. Aparece la clásica americanada con el público enfervorizado y lleno de banderitas. Apollo Creed disfrazado de una especie de Tio Sam sale bailando demostrando su legendario juego de piernas y movilidad en las cuatro cuerdas. James Brown se presta a ser poco menos que un Tio Tom cantando "Living en America". ¿O quizá Sylvester hace una crítica a los fuegos de artificio del capitalismo?
Tras esta entrada triunfal y apoteósica se cierne el drama nada más que chocan los puños y Apollo nota la fuerza del soviético. Tras unos momentos de tanteo, Ivan Drago empieza a soltar golpes devastadores y a convertir a Apollo en un pelele. Rocky observa angustiado desde la esquina pero tras el final del primer round Apollo le recuerda y exige que no para la pelea pase lo que pase. ¿Romanticismo? ¿Locura? El caso es que impasible, Ivan Drago asesta poco después el último golpe a Apollo que cae desplomado y convulsiona antes de morir en brazos de Rocky. El dramatismo del momento, la lúgubre narración del comentarista, los focos, la última luz... Cabe citar la magistral referencia cinematográfica de Los Chikos del Maíz y Pablo Hasel, con samples en "Los hijos de Ivan Drago", sátira de la cultura consumista capitalista. Una mala traducción hace más ridículo y desluce al personaje. Con total frialdad Ivan Drago habla por primera vez "Está muerto, muerto", ya lo vemos ¿no? en vez de "If he dies, he dies", que muestra más crueldad y que parece el sino del destino ineludible "Si muere, muere". Algo en la tradición de la pésima traducción de los títulos de algunas películas.
Tras esta aciaga jornada, es Rocky quien decide desempolvar los guantes y acepta el reto de devolver la visita a la nevada URSS. En la entrañable fecha de Navidad. Con una mezcla de sentimiento de culpa y deseo de venganza. Aquí llega la mejor parte de la película, con unas evocadoras tomas del entrenamiento de Rocky en la vastedad y soledad de las nevadas y bellas montañas soviéticas. Entre música de sintetizadores de la época. Arrastrando troncos, corriendo entre la nieve o escalando montañas, en algo que recuerda la subida de escaleras del Museo de Arte de Filadelfia y grita el nombre de Drago. Hay una efectista comparación entre el espíritu individual de superación de Rocky y la tecnificación robótica de Drago, rodeado de aparatos de medición. Es curioso que contrapongan naturaleza a instalaciones privadas en un país socialista. Siempre presididas por la bandera roja con la hoz y el martillo.
Como efectista es comparar su entrenamiento: correr entre la nieve a un aparato mecánico, correr entre un río a un circuito con sensores, ayudar a poner de pie un carro volcado en la nieve a aparatos de medición de fuerza, cortar troncos a levantar pesas, arrastrar un trineo a otro aparato de esos, hachazos a un árbol a golpes brutales a sus pobres sparrings... Uno derriba árboles y el otro rivales. Una sutil manera de plasmar las diferencias entre dos modelos políticos y formas de entender la vida. La llegada sorpresiva de su mujer Adrianne le mejora el ánimo y el entrenamiento, sin la losa de ir a pelear con su oposición pensando que lo va a matar.
Hasta ahora, todo ha sido un mensaje de propaganda y contraponer a buenos y malos. Pero el bueno de Sylvester nos tenía guardado otro final. Me hace gracia ver a los dos comentaristas estadounidenses, siempre van en pareja, como la Guardia Civil. Quejándose de los abucheos a Rocky, y que dice que hay hasta odio. Cuando no son mayores que los que recibió Drago en Estados Unidos. Todo en un ambiente que representa opresión y angustia, con muchos militares como espectadores. Es también gracioso ver al secretario general del Politburo a un tipo muy similar al inefable Gorbachov, salvo por la mancha roja en la cabeza. Quizá premonición de su decisiva intervención en la caída de la URSS. Lo que Fukuyama definió como fin de la historia y triunfo del capitalismo.
Suena el imponente y majestuoso himno soviético. Entre banderas y símbolos comunistas y se despliega una enorme imagen de Drago. El combate es brutal y Rocky se va sobreponiendo al inicio demoledor de Drago, que le saluda diciéndole que lo va a matar. Mostrando su habitual coraje y valentía. Tanto, que el público moscovita que le había recibido con abucheos, primero los acalla y al final los cambia por gritos a su favor. Todo ello cuando ambos habían estado a punto de morir en el cuadrilátero. Rocky consigue derribar al gigante invencible soviético, aturdido y confundido, sin entender qué ha pasado. El público, enfervorizado, ha visto la luz y aplaude y jalea a Rocky, que habla en un estado catatónico para la televisión soviética.
He venido aquí esta noche y no sabía qué ocurriría. He visto a mucha gente que me odiaba y no sabía qué pensar sobre eso. Pero supongo que vosotros tampoco me gustabais. Pero durante el combate he visto muchos cambios. Lo que sentíais por mi y lo que yo sentía por vosotros. Aquí había dos hombres matándose el uno al otro pero dos es mejor que veinte millones. Lo que intento decir es que si yo puedo cambiar y vosotros también. Todos pueden cambiar.
Semejante discurso acaba por hacer aplaudir hasta al doble de Gorbachov y toda su cúpula. Un mensaje de concordia al mundo. En pleno contexto propagandístico de la Guerra Fría. Anticipándose a la firma en 1987 del primer tratado de desarme entre ambos países. Dos es mejor que veinte millones. Todos podemos cambiar. Bajo este simplismo, tal vez el mensaje final sea que es necesario abrir la mente, aunque sea a golpes, y conocer a las otras personas.
Aunque siempre habrá fuerzas de la naturaleza.


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